lunes, 10 de enero de 2011

Capítulo VI

-Dentro de las oraciones adverbiales, algunas se adjuntan, por regla general, al sintagma verbal, que serían las causales, finales y modales. Como en la frase “No podré ir porque tengo que estudiar”, que es causal, o en “Me he comprado un coche para impresionar”, que es final. O... mmm... “Estoy haciéndolo según me dijeron”, que es modal. ¿Correcto? Sin embargo, otras se adjuntarían a la oración, como circunstanciales, Y serían las concesivas y condicionales. Una concesiva podría ser “Aunque me sentía mal, al final fui al cine”, y una condicional “Si lo hubiera sabido, habría venido”.
-Eh...
Victoria se llevó la pluma estilográfica a los labios y frunció el ceño como si le costase estructurar tanta información. Helena la observó, perpleja, después de su tercera explicación de las oraciones adverbiales.
-¿Me sigues?-preguntó.
Victoria se echó hacia atrás en la silla, dejando la pluma sobre la mesa y se frotó los ojos con cansancio.
-No, lo cierto es que no-respondió.
Helena abrió mucho los ojos, sorprendidísima, y se llevó una mano al pecho.
-¡No me digas!-exclamó, evidentemente afectada- ¿Qué es lo que no has entendido?
Victoria rio.
-Mujer, no te lo tomes tan a la tremenda...
-¡Pero es muy importante que entiendas la gramática!
-Ya tendré tiempo para entenderla...
-Los exámenes están a la vuelta de la esquina.
-¡Pero si quedan meses y meses!
-¡Pero no es bueno dejar las cosas para el último momento!
-Ay, Helena... En serio, a veces eres fácil de odiar.
-En fin... Yo sólo quería ayudarte-repuso Helena, guardando los apuntes que tenía sobre la mesa y sacando una lista de frases y una hoja llena de análisis sintácticos.
-Y lo agradezco-respondió Victoria, sinceramente-. Pero es que no me entra.
-Tampoco es tan complicado...
-Ya... Si tienes razón... Pero...
-¿Pero qué?
La chica suspiró y miró por la ventana con ojos soñadores. Helena arrugó la frente cuando una ligera pero incómoda idea entró en su mente.
-Vico... No me digas que has estado todo el rato pensando en ese chico de tercero.
-Marcial, se llama Marcial.
-Como si se llama Pepe. Victoria...
La aludida sonrió y se puso ligeramente colorada.
-Quizás-dijo, y acto seguido se le escapó una aguda risilla.
Helena suspiró y llevó las manos al cielo en un silencioso grito desesperado.
-Eres increíble...
-¡Es que tú no lo entiendes!-dijo Victoria, cogiendo a su amiga del brazo-. ¡Me estoy enamorando, Helena!
-¡Pero si solo le conoces de dos días!
-¿Y qué? El amor no entiende del tiempo...
-Bah... Parece la típica frase de una novela rosa barata.
Victoria se alejó de ella con gesto ofendido.
-¿Cómo puedes ser tan insensible?
-No lo soy.
-¿Cómo que no? Nunca te fijas en ningún chico... ¡Y encima te burlas cuando yo lo hago!
-Mira, Victoria. No me burlo de ti por que te guste una persona. Es tan solo que te emocionas demasiado con un chico al que acabas de conocer, ¿no crees? Sólo le has visto un día y ya no puedes dejar de pensar en él. Y para terminar, ¿qué más te da a ti que yo me fije o me deje de fijar en los chicos?
-Es raro, Helena.
-¿Pero por qué? ¡No lo entiendo!-exclamó Helena, desesperada.
-¿Qué pasa, chicas?-preguntó la madre de Helena, entrando en la habitación de ésta.
Las dos chicas habían salido pronto de la Facultad y se habían dirigido a casa de Helena para estudiar, pues Victoria no llevaba muy bien la Gramática.
-Nada, mamá-respondió Helena, levantándose y dejando un par de libros sobre su escritorio.
-¿Entonces a qué vienen esos gritos? ¿Y quién es ese tal Marcial?
Helena se agachó para sacar unos folios del escritorio y que así su madre no se diese cuenta de su cara de frustración. Probablemente llevase todo el rato escuchando detrás de la puerta, pensando de qué manera podría averiguar más cosas de Marcial, así que lo de los gritos le había resultado tremendamente oportuno.
Victoria carraspeó y al final se vio obligada a contestar, ya que Helena no parecía dispuesta a ello.
-Es un chico de la universidad... Está estudiando filología.
-¿Es tu novio?-preguntó la madre con voz escandalizada.
-¡No!-exclamó Victoria, y Helena tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano por no reír-. Tan solo me acompañó el otro día desde el autobús hasta la facultad. Es muy gentil...
-Ten cuidado, Victoria-la avisó su madre-. Aunque parezca educado, puede intentar cosas deshonestas.
A Helena siempre le había desagradado que su madre fuese tan extremista, pero en aquella ocasión se alegró de que tratase de hacer que Victoria olvidara al chico.
-No lo creo, doña Remedios... Parece de buena familia.
-¿Cómo se apellida?-preguntó Remedios, que siempre se había ablandado ante las mágicas palabras que había pronunciado Victoria.
-Ramos Sanz.
-Marcial Ramos Sanz...-Remedios se llevó una mano a la barbilla. Después abrió mucho los ojos, habiendo, evidentemente, recordado algo-. ¡El pequeño Marcial! No puede ser...
-¿Lo conoce?-preguntó Victoria, entusiasmada.
-¿Que si lo conozco? Ay, Victorita, en menudo galán te has ido a fijar...
Helena se volvió, boquiabierta, y vio cómo su madre y su amiga se habían cogido de las manos, ambas sentadas en la cama de Helena.
-¿Cómo? ¿Lo conoces, madre?
-¡Claro que sí! ¡Es el hijo del jefe de tu padre, Helenita! ¡El señor Ramos!
-¡Ay! ¿En serio?-preguntó Victoria completamente emocionada.
-Sí. Es un chico guapísimo. ¡Es un caballero de tomo y lomo!
-Lo es...
-En la mili fue uno de los mejores quintos. ¡Todos lo alabaron! ¿No recuerdas tú al pequeño Marcial?-se dirigió a Helena.
Ésta, que estaba perpleja, se limitó a encogerse de hombros.
-Vino hace cuatro años a cenar con sus padres. Preparé un pavo asado con la receta familiar... ¡riquísimo!
Remedios y Victoria rieron, pero Helena estaba tratando de recordar. Al fin creyó recordar a un chico con cara de cerdo y cerebro de mosquito que rondaba la veintena y que no cesaba de tratar provocarla con palabras estúpidas.
-Ah... ¿Ése es Marcial?-preguntó al borde del vómito.
-Sí, hija, ése es-respondió su madre, orgullosa de poseer tanta información.
-¡Ay, Helena! Has cenado con él...
-Sí-masculló ésta, sin compartir ni una pizca de la alegría de su amiga-. El mundo es un pañuelo...
-Entonces, doña Remedios, si acepto ir con él este sábado al Retiro, ¿no será un error?
-¿Te ha invitado a ir al Retiro?-preguntó Remedios, con un tono que, aunque era más confiado que el anterior, todavía sonaba preventivo.
-Sí, pero me ha dicho que me lleve a una amiga, para evitar malentendidos-se apresuró a añadir Victoria-. Dice que no le importa lo que piensen de él, pero que jamás se perdonaría que por su culpa mi honor se viese afectado.
-Pero qué chico tan encantador.
“Tanto como un sapo” pensó Helena.
-¿A que sí?-repuso Victoria- Lo malo es que quería pedirle a Helena que nos acompañase, pero claro... Se ha reído de mí en cuanto hemos hablado de Marcial.
-¿Que me querías pedir qué?-preguntó Helena, anonadada.
-¡Hija! Qué insensible eres a veces...
“Ya estamos” masculló interiormente “¿Es insensible, acaso, la palabra del día?”
-Victoria, yo... no creo que pueda. Tengo mucho que estudiar.
-¿No puedes estudiar el domingo?
-Pero es que son demasiadas cosas.
Su amiga frunció el ceño.
-Llevas todo mejor que yo y no estoy tan preocupada como tú por la universidad.
“Pero yo me tomo más en serio mis estudios” pensó Helena.
-Pero aún así...
-Hija, deja de estudiar tanto, que te va a dar algo de no salir de casa. Así que nada, el sábado acompañas a Victorita al Retiro y así le pides a Marcial que le dé recuerdos a su madre de mi parte.
-¿Que qué...?
-¡Gracias, doña Remedios!-dijo Victoria abrazando a la madre de Helena.
Ésta última se quedó mirando a ambas mujeres, boquiabierta, y sin poder creer todavía su mala suerte. Su madre se comportaba siempre de manera desconfiada respecto a los hombres, pero como aquel era de “buena familia”, Helena tendría que aguantarle durante toda la tarde aunque eso fuese lo último que le apeteciese.
Remedios y Victoria comenzaron a hablar de la ropa que se pondría la chica para la “cita” del sábado y Helena alzó una mano para alcanzar el libro de Bécquer, que había dejado sobre la estantería. Acarició su lomo y sonrió tristemente, pensando en que se lo llevaría el sábado y así podría recordar la maravillosa tarde que pasó con su profesor de literatura cuando la charla entre Marcial, Victoria y ella se hiciese insoportable.

1 comentario:

  1. Tardé tiempo en intentarlo en leerlo, creo que dos o tres semanas. Pero en dos días me he terminado de leerlo, me está gustando bastante y la lectura es bastante llevadera. Espero más capítulo vuestros :)

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